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La Ciudad y los Peatones

  • Arq. Diego Hurtado Vázquez
  • 13 ene 2011
  • 3 Min. de lectura

Hubo un momento en la historia de las urbes en que los peatones perdimos nuestro derecho a la ciudad. El espacio público otrora el espacio del desarrollo de las actividades comunitarias, se transformó en espacio de circulación vehicular. Las otras funciones del espacio público quedaron minimizadas y trataron de solventarlas creándole espacios especializados.


Hubo un momento en que se llegó al extremo de especializar por zonas las diferentes funciones urbanas. Se fomentó y se experimentaron nuevas ciudades con zonas de residencia, zonas industriales, zonas de comercio, zonas de trabajo, y zonas de recreación, vinculadas entre sí por vías. Pero sobretodo hubo muchas intervenciones de renovación en función de dar cabida a los autos y a la circulación vehicular, destruyendo grandes núcleos históricos, perdiendo el sentido de espacio social del espacio público y con ello marcar la tendencia del desarrollo de las nuevas áreas urbanas. Las ciudades crecieron y crecieron, se poblaron con suburbios y nuevos barrios en donde el espacio público estuvo destinado en su mayor parte a la “rápida circulación” vehicular. ​​

Y se lo sigue haciendo. Tanto así este modelo de ciudad está vigente y tan metido en la cabeza de planificadores, autoridades, técnicos, medios de comunicación, académicos, estudiantes, ciudadanos comunes y corrientes, que es muy difícil romper este esquema. Las ordenanzas nos obligan a dejar el mayor espacio para la circulación vehicular y lo mínimo para el peatón, incluso para calles locales. Se piensa tan solo en la circulación, y de acuerdo a eso lo lógico es que los peatones necesitamos menos espacio para circular porque ocupamos menos espacio. Se extienden las urbes a zonas lejanas y se crean grandes vías para ello. Es la lógica del automóvil, es la pérdida de la escala humana.


Hay que romper el esquema de ciudad que facilita la circulación vehicular y recuperar el derecho a la ciudad para los peatones.


Pero recuperar la ciudad para el peatón no es solo facilitar la circulación a pie por la ciudad, es recuperar todas las posibles funciones que puede tener un espacio público. Debemos tener claro que tan solo una de las funciones de la calle es la de circular. Se debe devolver ante todo el carácter a la calle, de espacio de desarrollo de la comunidad. Esta afirmación que podría haber sido tan obvia en los primeros burgos, es actualmente uno de los esquemas más difíciles de romper.


Para ello, el diseño de los diferentes espacios públicos debe permitir el desarrollo de múltiples funciones sociales. Ser sitios de encuentro ciudadano, de juegos de niños, de intercambio, de expresión cultural, de desarrollo de actividades productivas.


Nuestro espacio público además debe ser el que nos permita desarrollarnos como comunidades así como en individuos solidarios, deben ser espacios de aprendizaje, espacios tanto para el desarrollo espiritual como físico de sus habitantes, espacios de convivencia, espacios para el desarrollo de la democracia, espacios que nos faciliten un desarrollo urbano sostenible, espacios que fortalezcan nuestra identidad y en los cuales nos sintamos satisfechos como seres humanos


Este es el reto que tenemos hacia adelante para nuestras ciudades, irlas transformando para que permitan el desarrollo pleno de la condición humana. El Buen Vivir está en nuestro espacio público, mientras más necesidades humanas podamos realizar en nuestro espacio público, más felices seremos.


“En cuanto procuramos decorar nuestros hogares con todo el confort imaginable, olvidamos de las grandes ventajas de los locales públicos de reunión. Calles y plazas son entregadas al automóvil, al paso que el peatón es forzado a arreglarse por aceras estrechas. El perdió literalmente el derecho al camino. El contacto vecinal, tan fundamental para la conciencia de los antiguos burgos y ferias, fue destruido por el desarrollo explosivo del tránsito motorizado. Es importante que construyamos de nuevo en nuestras comunidades los centros públicos, en donde los hombres, libres del tránsito y de la influencia de la residencia privada, puedan encontrarse en una atmósfera neutra y en donde el clima de la comunidad alcance expresión pública. “ Walter Gropius. 1956


Diego Hurtado Vázquez. APQ.

Octubre 2010

 
 
 

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